domingo, 24 de enero de 2010

NOTA º12 - EL RADICALISMO QUEDÓ “ENREDRADO”.


Creo realmente que, con la crisis generada por el gobierno en relación con el Banco Central, el radicalismo quedó aprisionado por contradicciones que le son propias y en las que el gobierno poco y nada tuvo que ver.


La deliberada decisión de la presidente de la Nación de crear un DNU, sin necesidad y sin urgencia, pero aprovechando el receso del Congreso de la Nación, no es otra cosa que una deslealtad democrática más de un establishment oficialista ajeno a las prácticas institucionales.


Sin embargo el radicalismo no logra hacer pie y establecer una posición coherente sobre la forma y el fondo de la cuestión.


Efectivamente, aquí no se trata de la permanencia o no al frente del Banco Central del ex –señor Hernán Pérez –desconocido y vulgar- o del famoso Sr. Martín Redrado – el verdadero “golden boy”- Se trata de definir dos aspectos centrales de la política nacional que, a mi entender, significan la política institucional y la política económica.


En relación con la política institucional resulta inadmisible el argumento, según el cual (y esgrimido por el gobierno), el Congreso de la Nación no puede “autoconvocarse” durante los meses de receso. Por el contrario, hacerlo, en estas o en circunstancias similares por su gravedad, constituye una obligación institucional y política además de ser un imperativo moral, toda vez que se pone en riesgo definiciones de alta política, cuya decisión trasciende al actual gobierno y condiciona y afecta negativamente a los intereses nacionales.


Estas posiciones acerca de la institucionalidad de la democracia argentina debieran ser innegociables y exigen su denuncia pública, enérgica y sin vacilaciones.


El radicalismo no pudo hacerlo por que para algunos la institucionalidad esta sujeta a intereses circunstanciales y de sector, como si fuera una variable ajustable. Para otros, en cambio, era una cuestión central. Parece que primó la primera.


En relación con la política económica el radicalismo debió sostener públicamente y a los gritos, que el Banco Central de la República Argentina, es una institución de la Nación y que está al servicio del pueblo argentino y, por lo tanto, no es ni autónomo ni independiente, salvo de los intereses antinacionales y antipopulares.


Los resortes y las instituciones gubernamentales y públicas son conquistas democráticas y populares irrenunciables y, como tales, forman parte, como radicales, de nuestro ideario nacional y transformador.

Y decimos más, si las reservas de los argentinos en nuestro Banco Central, superan las cantidades necesarias para hacer frente a las deudas -que otros contrajeron- y para asegurar una saneada política monetaria, esos excedentes deben ponerse al servicio del desarrollo nacional, financiando un Banco Nacional de Desarrollo o que se aliente y se financie la creación y consolidación de pequeñas y medianas empresas o se destine para el desarrollo de tecnologías estratégicas como las energéticas, entre otras posibilidades.


El destino de esos fondos “excedentes” puede establecerse a través del Congreso Nacional, con fines específicos y con control parlamentario. La instrumentación fáctica de estos postulados será tarea de equipos técnicos sujetos al interés nacional.


Como podemos observar esta discusión no se reduce, y por mucho, a la mera oposición a este gobierno. Resulta penoso y vergonzante que la Unión Cívica Radical haya titubeado ante la postulación del eje central del debate. La falta de acuerdo y de consensos estratégicos acerca del fondo de la cuestión –que se describió en el párrafo anterior- entre los bloques parlamentarios del partido, el Comité Nacional y el ingeniero oficialista-opositor vicepresidente de la nación, vulneran al extremo el perfil y la profundidad ideológica de la Unión Cívica Radical.


Estas contradicciones no expresan desavenencias circunstanciales sino que implican colisiones ideológicas y políticas de difícil resolución que estallarán – en el peor escenario- en un virtual gobierno nacional con participación partidaria, sumiendo a la república y al partido en una nueva crisis basada, otra vez, en apetitos y proyectos de poder personales, alejados de la verdadera voluntad de servicio y de transformación que tiene la Unión Cívica Radical con el pueblo argentino.


Pero la cosa no termina ahí ya que somete al partido a una crisis con pocos precedentes, al Acuerdo Cívico y Social a una tensión que adelanta situaciones del 2011 y que pone en riesgo la continuidad de la principal alternativa al gobierno y, lo que es peor, habilita al gobierno a doblar las apuestas y llevar, más allá de lo aconsejable, una situación crítica, de final abierto e incierto, razones por las cuales urge convocar a los órganos partidarios para establecer posiciones, claras e incontrastables, y convocar al resto de las fuerzas políticas nacionales, populares y democráticas para ponerle un freno efectivo y definitivo al gobierno nacional.


SERGIO LÓPEZ.

Convencional Nacional

Provincia de Buenos Aires.


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